“Muchacho tonto, te hacen creer cualquier cosa” dijo mi abuelo aysenino a mi padre cuando, en el acostumbrado viaje anual, comentaba la llegada del hombre a la luna. Esa actitud desconfiada, de un escepticismo fijado con pernos de acero a lo acostumbrado, a lo de todos los días, sigue estando aquí, en muchos vecinos, haciendo su vida como si nada pasara. “Bajo al centro y todo normal”, dice una vecina, “incluso mi casera de siempre me vende papas chilotas, arvejitas de su huerta, navajuelas”.
Hay barricadas en varios puntos de la provincia: a la salida del Puente Pudeto en Ancud; Caulín, Tubildad en la comuna de Quemchi, a la entrada de Castro y a la salida de Quellón.
Vivir suspendidos en este presente sólido, pesado, al instante como protagonista absoluto, es aterrador. Tal vez eso es lo que empuja a actuar como siempre, la idea de no pensar en el porvenir. No están siendo prudentes, porque la prudencia tiene en cuenta el futuro. Pero ese pensamiento se ha vuelto hoy una fuente de desesperación.
Los que estamos encerrados sin ver a nuestros seres queridos más que por medios tecnológicos, tenemos claro que es fundamental la protección básica: el no contagio. En todo Chiloé sólo hay cuatro camas Uci, 4 camas Uti, 6 ventiladores (todo en Castro) y solamente tres hospitales por lo cual nuestra mayor preocupación debe ser el resguardo. No hay registro de contagiados hasta ahora.
Los chilotes nos resistimos a ser engañados por el aparato informativo
Por eso en Chacao, se había conseguido, en conversación con autoridades y dirigentes comunitarios, instalar una barrera sanitaria para controlar a todos los que ingresan a la isla; se formó, además del aparato institucional, una red social de vigilancia para asegurar el cumplimiento de los protocolos. Llamará la atención este doble control, pero todos sabemos hasta qué punto ha llegado la desconfianza entre gobernados y gobernantes. Pues bien, ayer denunciaron el rompimiento del acuerdo y, por lo tanto, de la barrera sanitaria. Dirigentes y vecinos se opusieron al tránsito de camiones y el gobierno envió fuerzas represivas que terminaron llevándose detenidos a dirigentes sociales.
Anoche, los cacerolazos se oían en todas las poblaciones de Ancud. Hay barricadas en varios puntos de la provincia: a la salida del Puente Pudeto en Ancud; Caulín, Tubildad en la comuna de Quemchi, a la entrada de Castro y a la salida de Quellón. Otra vez la indignación de los ciudadanos por las decisiones de autoridades ha borrado la mansedumbre y se ha instalado en su lugar una ira antigua por la postergación y abandono.
No queremos escuchar más a autoridades ineptas que descargan discursos irreflexivos. Ninguna contención, todo se abre a nuevas sospechas. Cuando ya está claro que los intereses económicos son su norte, no podemos creerles y tenemos esta impotencia de estar en sus manos.
En China hay drones que siguen a la gente para que se queden en sus casas
Hoy es urgente el actuar coordinados, se vuelve evidente la disputa por la percepción de la realidad, leo en un medio argentino cómo es inquietante hasta dónde ha escalado la manipulación en los medios, las noticias falsas, la opinión personal expuesta como verdad incuestionable. Mecanismos de control que gatillan y alimentan el miedo. No se puede vivir con miedo, entonces, se ofrecen soluciones de fuerza.
Los chilotes nos resistimos a ser engañados por el aparato informativo. Hemos visto, otra vez, cómo el discurso de la autoridad habla de la seriedad de la situación, mientras en las poblaciones de las grandes ciudades la gente debe salir a trabajar y los privilegiados de siempre vacacionan o hacen fiestas en la convicción de que, si se enferman, allí estarán los espacios de lujo ya equipados, en sus barrios, con una celeridad inaudita por el sistema de salud estatal.
Urge permanecer despiertos a lo más y menos evidente. En China hay drones que siguen a la gente para que se queden en sus casas, la vigilancia que Byul Chul Han vaticina que será importada por todos cuando esta pandemia retroceda. Este filósofo confirma que la crisis se está superando en China por el sistema de control y la obediencia de los ciudadanos. Un control que todo lo observa, que todo lo ve.
En nuestro país ni estamos siendo obedientes, ni la vigilancia surtirá efecto. Lo único que puede ayudar es la anuencia de los propios ciudadanos, la colaboración entre comunidades y quienes toman decisiones que afectan a todos.
Vuelvo a mi padre. Me llama diciendo que necesitan verduras y ahora el encierro es total, que no puede moverse de la casa. Me pide que le deje el encargo en la puerta y pienso en cuánto nos hace falta esa formación cívica que dirige nuestra voluntad hacia el bien común y no hacia intereses particulares.